Hoy, jueves 1 de mayo, Día del Trabajador (sí, festivo 🙌), estando de baja médica (incapacitada oficialmente), me tocó ir al trabajo a terminar unas cosas que solo yo puedo hacer porque soy la “encargada de la tienda” (gran título, cero beneficios 😅).
Salí de casa con dos opciones para llegar: 🚇 Tomar el metro y caminar 15 minutos 🚌 Tomar el bus y caminar solo 7 minutos En cualquiera de las dos, el viaje total era de unos 30 minutos. Así que elegí la opción con menos caminata. Lógica pura, ¿no? Pues agárrate…
Llego a la parada del bus y… sorpresa: no hay ni rastro de información en la pantalla. 🫠 Intento mirar en la app y… ¡zas! No tengo internet. SIN SEÑAL. Un clásico. 😵💫 Y como hoy es festivo, todo funciona a su propio ritmo caótico.
Espero pacientemente (más o menos) y tras 20 minutos, pasa un bus… pero no es el mío. Ese me deja a 24 minutos caminando del trabajo. Paso. Dije: “vamos a tener fe” ✨ y seguí esperando.
10 minutos más tarde (¡milagro!), llega el bus correcto. Subo aliviada… hasta que escucho: 📢 “¡Atención! Desviación de ruta.” 🤬 ¡CARAAAJOOO! El bus me dejó en exactamente la misma parada que el anterior (el que decidí dejar pasar porque me dejaba muy lejos 😶. Resultado: me tocó caminar los 24 minutos igual.
Y por si pensabas que ahí terminaba la aventura… NO. El destino decidió agregarle un plot twist: múltiples marchas en el centro ✊ en contra de que nos toque trabajar el Día del Trabajador (ironía de la buena).
Tuve que atravesarlas: 🚶🏻♀️ Empujando gente 🦶 Caminando a paso de tortuga 👃 Atrapada entre olores cuestionables 🗣️ Gritos de fondo tipo soundtrack revolucionario
✨ Resultado final: Tardé 1 hora y 15 minutos en llegar al trabajo (¡40 minutos caminando!). Gracias, universo. Hoy también te quiero. Pero poquito. 😪